No me he muerto…

Tenéis que perdonarme. Estoy preparando el salto de la empresa a otros mercados y, aunque lo llevo con calma, pensar en el asunto evita que le de vueltas a otras cosas sobre las que escribir. Así que por no dejar morir el blog -que no lo pretendo-, a regañadientes escribo sobre algo que no me mueve demasiado pero que comentaba con alguien el otro día. Me lo ha recordado por casualidad un mapa estratégico de hará tres o cuatro años que nunca llegó a convertirse en un documento de trabajo. Por aquel entonces, la organización para la que trabajaba finalizaba una etapa de varios años en la que había construido unas instalaciones de cuya ocupación dependía su futuro. Un futuro que comenzaba a afrontar con falta de preparación y en un escenario completamente distinto del que había imaginado cuando las ideó -bueno, en realidad puede que la idea no saliese de ella sino de un profesional de lo público, poco importa ya-. La vida misma, vamos. Una situación de la que, con el paso del tiempo, no creo de corazón que fuera justo culpar a nadie. No porque piense que se hicieron bien los deberes o porque crea que se hizo lo humanamente posible. Sino porque frente a todo aquello nos situábamos -ojo, me incluyo aunque me cueste-, personas no especialmente experimentadas y no especialmente brillantes. Humanos normales. Ni más ni menos. Lo que me sobrecoge es comprobar qué, en último término, continúan jugando con el dinero -y futuro de muchos en alguna medida- poniendo en marcha una farsa similar apenas diez años después. Lo admito e insisto: nos equivocamos en casi todo los que estábamos allí. Pero aunque no pretenda ser una disculpa puedo aceptar que en gran medida lo hicimos sin saberlo. Ignorantemente. Sin más. Y por eso podría entender que otros, enfrentados con nuestras mismas limitaciones a la misma situación pero nueva para ellos, actuasen igual. Lo que ya no puedo concebir es que el equipo humano sea prácticamente el mismo de entonces y comiencen de nuevo con la farsa. Porque ahora puede que estén tan limitados como entonces, pero conocen exactamente lo que sucedió. Si la situación no fuese suficientemente ridícula, han contratado una asistencia para que les guie. Señores, que hablamos de una organización en la que el que menos lleva debe haber estado trabajando durante los últimos quince años. Y hay gente que puede que llegue a los cuarenta allí. Pero ¿No les basta con el daño causado ya? Tienen suerte del desconocimiento que existe sobre todo el conjunto. Si no fuese así, no creo que nadie pudiese salvarlos. Que dios los perdone. Los demás no podremos.

PD: pensé en incluir aquí el mapa. Pero para qué.

Publicado por Eduardo

Nací en 1974, lo que me hace demasiado joven para poder escribir una biografía -ja-.

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