Back to the roots. Segunda parte.

Port Olimpic, Barcelona, Spain © Mihai-Bogdan Lazar - Fotolia.com
© Mihai-Bogdan Lazar – Fotolia.com

Enlace al primer episodio de «Back to the roots»

El cometido de nuestras prácticas en Barcelona era bastante simple: redactar una guía de usuario de un determinado servicio. Sin embargo, me dio por decidí apostar desde el primer día por la misma idiotez estrategia a la que hasta la fecha había confiado todos mis resultados. Esa estrategia constituye uno de mis supersecretos, pero ya que estoy escribiendo sobre esto, creo que merece la pena compartirla con vosotros. Yo la llamo «la idiotez estrategia de trabajar como si no hubiera mañana aunque pueda parecer en balde». El caso es que por put alguna casualidad, en ese momento, contra todo pronóstico, funcionó. Os cuento: la última clase del máster la dio alguien que por esas cosas de la vida fue años después mi jefe. Justo al terminar, me acerqué a él para consultarle su opinión acerca de Barcelona como destino de mis prácticas y me lo desaconsejó -ese instante da por si solo para escribir una entrada completa, pero merece la pena decir aunque sea cuanto sufrimiento nos hubiéramos ahorrado en el futuro el uno al otro si en aquel momento nos hubiéramos prestado un mínimo de atención-. Era por cuestiones de plantilla sobredimensionada, etc. Objetivamente él tenía razón. Salvo que tuviese lugar un giro inesperado del destino, una vez agotados los seis meses de prácticas tendría que buscar trabajo porque allí no me iban a contratar. Confieso que un atisbo de duda cruzó en ese momento mi cabeza pero ¿cómo podía pensar tan siquiera en no ir despreciando el papel que me había anticipado Antoñita? Yo era el rellenador!!! ¿acaso me creéis capaz de algo así? ¿qué tipo de animal desagradecido pensáis que soy? Pues bien, como os decía, esta vez mi idiotez estrategia, sirvió para que pudiese tener lugar ese giro del destino.

Nuestro tutor había planeado una jornada temática dedicada a los usuarios del servicio al que iba dedicada la guía para quince días después de comenzar las prácticas. Por aquel entonces Internet no era lo que es ahora. Tenéis que pensar que todo aquello tuvo lugar prácticamente a finales del cretácico superior. Recuerdo exactamente el periodo porque el primer día de prácticas tuve que apartar un dinosaurio con mis propias manos para entrar en el edificio y yo no soy tan mayor (aún quedaban, solistos, mirarlo en wikipedia sino). Después me enteré que se llamaba Rafael y que trabajaba allí. Al lío. En aquel periodo el lugar trabajaba con las últimas tecnologías y de acuerdo con ello me encontré con una página estática para darle cierta publicidad al evento hecha en Dreamweaver por un externo. A mi tutor esas cosas le volvían loco -literalmente- y yo, por aquel entonces, comenzaba a saber lo mínimo, lo cual extrañamente me colocaba a unos cien años luz por delante de eso que habían hecho, para desconcierto de todos. Yo mismo incluido. Tengo que aclarar, que saber de eso no tenía nada que ver con mis estudios, con el máster o con el sector en que hacía las prácticas, pero constituía, junto con otras cosas, un pilar fundamental para estar siempre en condiciones de actuar conforme a «la idiotez estrategia de trabajar como si no hubiera mañana aunque pueda parecer en balde». La jornada tenía reservada una sala con capacidad para unas veinte personas -no se esperaban más por experiencias anteriores-. Pero doce horas de trabajo diarias desde el primer día que pisé el edificio de oficinas resultaron en un acto para unas 400 que se tuvo que celebrar en el auditorio del World Trade Center de la ciudad. Un día hablaré en detalle sobre talento, habilidades y esfuerzo. El viernes dejé que Luzu lo hiciera por mi, pero cosas como aquella, fuera de bromas, demuestran las posibilidades del mensaje.

A estas alturas quizás alguno os preguntéis por Antoñita. No sufráis. Llegó fantástica y así continuó. Quince días aproximadamente. Hasta que se celebró la jornada. La tarde anterior mi tutor me dijo que me tomase las cosas con calma el día «J» y apareciese por allí a media mañana. A ella sin embargo la iría a recoger personalmente para estar con él desde primera hora. Antoñita estaba exultante. Me había estado explicando desde el primer día lo fantástico que era todo intentando evitando por todos los medios posibles que me sintiese mal al comparar mi situación con la que a ella le tocaba vivir. Cuando llegué a recoger la acreditación y la vi, no os mentiré, tuve que reunir fuerzas para no caer al suelo de rodillas y gritar «¿Por qué Dios? ¿Por qué no yo?» Ante mis ojos, tenía que ver como todo el mundo se dirigía como poseído al lugar donde ella se encontraba… pasaban a mi lado, todas esas personas, ignorando por completo mi presencia como si el lugar irradiase para ellos un extraño magnetismo. Resignado a mi papel, hice lo que pude por mantener la mirada cuando recogía de sus manos la ficha del guardarropa. Pero no sufráis por mi tampoco. Tardé, pero pude superarlo. Si queréis detalles, lo que viene a ser desde que la vi hasta que me giré para entrar en el auditorio. Dos semanas después, era Antoñita la que comenzaba a llegar a mitad de mañana al trabajo. Algo bastante raro porque ya no se celebraba ninguna jornada. Un mes después uno de los Departamentos me preguntó si tendría interés en trabajar con ellos cuando terminasen mis prácticas. Era el Departamento de Calidad.

Back to the roots. Primera parte.

Port Olimpic, Barcelona, Spain © Mihai-Bogdan Lazar - Fotolia.com
© Mihai-Bogdan Lazar – Fotolia.com

Iba a escribir sobre otra cosa, pero acabo de encontrarme algo que me ha hecho cambiar de opinión. Veréis, estaba buscando un fichero y al mirar en una carpeta he visto un documento de trabajo con notas que preparé mientras que trabajaba en lo de las piedras de colores para introducir un cambio de metodología. De alguna manera representa el final de un viaje y un regreso a los inicios. Esta semana os contaré cosas de ese viaje y de todo lo que aprendí en él.

En enero de 2003 llegué a Barcelona para completar las prácticas de un máster en una empresa que se dedicaba a ver pasar, en vez de piedras, cajas de colores. Esa era la primera vez que salía iba a vivir fuera de casa y estaba seguro de que me ocurrirían cosas que me dejarían marcado para toda la vida. Bastaron cincuenta minutos de vuelo para comprobar que realmente iba a ser así. Nada más aterrizar pude ver en los espejos de los baños «una» que me recorre la frente de lado a lado desde entonces. Un consejo a todos los asturianos: si vais a viajar en avión, quitaros la boina antes de subir. Cuando presurizan la cabina, hace vacío. Os pasareis el resto de vuestra existencia deseando que aparezcan líneas de expresión que disimulen la marca que deja el elástico.

Entusiasmado con la pronta confirmación, recogí las gallinas de la cinta de equipajes y me planté en la ciudad. No os he dicho todavía que esas prácticas las realizaba junto con otra chica de la promoción. Aún recuerdo lo que me decía una conversación un par de semanas antes de incorporarnos un día que la acercaba en coche:

Antoñita.- «… tengo unas ganas de que llegue enero!!!»
Yo.- «Dos sem…»
Antoñita.- «Es que claro, tu no te das cuenta, pero lo mío tiene mucha más importancia que lo tuyo. Tu vas por rellenar, pero yo voy porque han llamado para decir que tenía que ser yo.»
Yo.- «Es lo que tiene ser fantástica, Antoñita. Te prometo que haré todo lo posible para no dejarte mal.»

Muy pronto me dí cuenta de no que había forma humana de cumplir esa promesa.

Céntrate en los hechos

En la entrada anterior publiqué, tal cual, un vídeo junto con su transcripción. En él se habla de cosas sobre sobre las que de una manera u otra también se hablará aquí. Ceder el protagonismo para que otro lo hiciese primero, me pareció un buen punto de partida para tener alguna legitimidad en esto sobre lo que quería poder escribir hoy. Ese «Cede el protagonismo», el viernes, iba dirigido a mi.

Si coincidiésemos algún un día y hablásemos, puede que en un determinado momento lo hiciésemos sobre nosotros y lo que haríamos en determinadas situaciones. El hecho fundamental es qué parte de aquello que nos estamos contando está siendo o ha sido puesto a prueba. Tenlo en cuenta porque en la empresa nos desenvolveremos igual.

Es frecuente, porque resulta sencillo, hablar u oír hablar de manera más o menos elocuente y virtuosa sobre algunas cosas. Declarar sobre ellas de manera que parezcan tan propias, tan ligadas a lo que somos y a nuestra forma de ser, que parece que sería imposible descubrirnos en contradicción con lo que estamos contando. En general, si ese es el caso, en ese momento hablamos o estamos oyendo hablar simplemente sobre una idea: nuestro yo ideal. O el de la empresa como reflejo de nosotros mismos. Cuando esto ocurra, por favor, trata de centrarte en los hechos y olvida las palabras. Sobre todo si no son las tuyas. No hay nada real en ellas. Ni sobre mi, ni sobre ti. Ni sobre la empresa. Son declaraciones de intenciones. Buenas quizá, pero intenciones al fin y al cabo. Los principios no pasan a serlo hasta el momento en que son puestos a prueba… y la superan.

Me costó ceder el protagonismo a Luzu. Tanto como me costará hacer otras cosas. Y sé que a ti también. No pasa nada, solo es así la primera vez.

Quizás aún tengas muchos principios. Quizás no te quede ninguno. En ambos casos, has vivido y ahora tienes esa experiencia. Lo importante es que no la pierdas de vista y que harás a continuación con ella.

Cede el protagonismo

«Es posible que lleves tiempo pensando que no sabes qué hacer con tu vida, que no sabes hacia dónde quieres ir, pero que pase lo que pase quieres tener éxito. Vamos a hablar sobre el éxito. Prácticamente todos los días me llegan mensajes de gente que dice: “tengo que elegir carrera y no sé qué hacer. Quiero tener un trabajo de éxito y que me dé dinero, pero no sé qué es lo que tiene más salidas…”. Este es el comienzo del camino hacia el fracaso. ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Qué es lo que te apasiona? Ves gente con trajes y dinero, y con trabajos estresantes y crees que eso es éxito. Eso no es éxito. Lo único que quieres entonces es dinero, y nadie va a poder ayudarte con eso porque, permíteme que te lo diga, todo el mundo quiere dinero, eso no te hace especial. A pesar de todo eso hay gente que tiene objetivos, tiene metas, sueña con cosas… Pero no paran de ponerse excusas. “No sé lo suficiente… Hay mucha crisis… No tengo dinero para arrancar este proyecto… No tengo recursos…”. Esto es todo mentira. El recurso más importante para hacer cualquier proyecto está en tu cabeza.

¿Sabes por qué se paga tanto por la gente con ideas? Porque no se pueden producir en masa. No importa cuánto dinero tenga una persona, ese dinero jamás será capaz de producir las ideas geniales que tu mente puede crear en una habitación que está vacía. Y si lo intentas, y tienes una idea, y sueñas con ella, te van a decir que es imposible. Que seas realista. Incluso igual tú mismo te llegas a decir que seas realista, que no se puede hacer. ¿Cuánta gente que ha tenido éxito en su vida ha sido realista? La persona que decidió que iba a poner un barco de metal gigante en el agua y que iba a transportar a gente, no estaba siendo realista. La persona que inventó internet, un medio de comunicación que conecta de forma invisible a todas las personas del mundo, no estaba siendo realista. ¿Por qué querría alguien ser realista? Si en el momento en que desechas tu idea y abres la puerta a ese “ser realista” estás aceptando y haciendo posible que esa idea de imposibilidad se cumpla. Pero bueno, tampoco te engañes pensando que el éxito es tan solo una idea, solo un sueño. Alguien muy sabio dijo una vez que el éxito es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración, es decir, de esfuerzo. Esto quiere decir con otras palabras que el trabajo duro vence al talento cuando el talento no se está esforzando. Existe un defecto generalizado que consiste en no saber diferenciar entre talento y habilidad. El talento es algo con lo que nacemos, la habilidad es algo que se crea con determinación y con horas y horas de dedicación a lo mismo. Y no importa cuánto talento tengas, tu talento te va a fallar como no pongas en práctica tus habilidades. Hay muchísima gente genial que se acomoda en ese talento y no tiene éxito en un campo, porque eso no es suficiente. Tienes que pararte y pensar: “¿cuánto deseo esto? ¿Cuánto quiero llegar a esta meta y cuánto estoy dispuesto a dar para cumplir este objetivo?” Porque esto es lo que te vas a tener que recordar constantemente para cumplir este objetivo.

Piensa que en el camino la competencia va a ser brutal. Mientras estés durmiendo va a haber alguien que esté trabajando para ser el mejor en lo mismo en lo que tú quieres tener éxito. Mientras estés descansando o aireándote va a haber alguien que va a seguir trabajando en lo mismo en lo que tú quieres tener éxito. Y si no estás dispuesto a poner todo ese esfuerzo, quizá simplemente no hayas sido sincero y esa no es la meta a la que quieres llegar, quizá no es el objetivo al que querías llegar, porque si lo es te aseguro que te vas a esforzar, vas a trabajar todos los días como si fuese el último día en el que puedes trabajar en eso. Como si no tienes más tiempo y está toda la gente en tu nuca gritándote que es lo que tienes que hacer. Así que deja de culpar a toda la gente que tengas a tu alrededor de tu falta de éxito, deja de pensar que tienes mala suerte, deja de creer que el universo está en contra de que tú consigas algo o de que hay alguien que está dispuesto a hacer lo que sea para que no llegues a conseguirlo, porque sinceramente todas son mentira, y todas son verdad en la medida en que nosotros permitamos que lo sean. Si quieres algo, hazlo. Haz todo lo que esté en tu mano, cada hora, cada día, cada semana para conseguirlo. Dicen que el precio del éxito es altísimo, pero es que la recompensa también. Que si te arriesgas lo puedes perder absolutamente todo, pero también vas a ganar un montón de cosas mucho más importantes que las que vas a perder. Deja de lado la negatividad y deja de ponerte excusas para no salir de tu zona de confort. Deja de decirte que ya lo harás, ayer era tarde. Ya tendrás tiempo después de volver, cuando lo hayas conseguido, y decirles a todos los que te están diciendo que no es posible que ya lo has hecho.

Si necesitas un consejo para saber qué es lo que puedes hacer, decídelo tú. Nadie mejor que tú puede decidir qué es lo que puedes hacer y qué es lo que vas a hacer. Y sobretodo ten un montón de paciencia, siempre ten paciencia hagas lo que hagas. Las películas con sus pequeñas secuencias de 30 segundos en las que pasan meses y alguien consigue algo han hecho que tengamos la idea de que las cosas se consiguen en tres días, y que si en tres días no lo has conseguido, lo tienes que dejar porque va mal. Las cosas requieren muchísimo tiempo y muchísimo esfuerzo. Y como no estés dispuesto a hacerlo, no lo vas a conseguir, te vas a quedar en esa mediocridad de pensar que lo podrías haber hecho pero nunca llegaste. Alguien a quien admiro mucho, en una entrevista, dijo que no intentes construir un muro. No te digas a ti mismo: “voy a construir el muro más increíble y más impresionante que se ha construído jamás”. En vez de eso di: “voy a colocar este ladrillo de la forma más perfecta que se puede colocar un ladrillo”. Y haz eso todos los días. Así es como se construye un muro.

Solo te hace falta un momento de locura y de decir “lo voy a hacer”, porque en el momento en que tú decidas que vas a hacer algo, es el momento en que lo vas a hacer realidad.»

Si miras fijamente la realidad, verás los píxeles

No lo utilizo demasiado, pero como mucha gente, estoy en facebook y tengo la aplicación instalada en el teléfono. Los que no estáis, quizás no sepáis que una de las cosas que te muestra es un listado de personas que podrías conocer y que no pertenecen a tu red social. Esa lista va cambiando conforme facebook va aprendiendo cosas acerca de ti, de tus gustos, aficiones, de las personas con las que te relacionas, de las personas con las que se relacionan ellos y de sus propios gustos y aficiones. Pues hará un par de semanas apareció en ella alguien con quien coincidí brevemente en mis últimos meses en lo de las piedras de colores. Solo sabía de él desde entonces que ahora trabajaba en otra parte, así que le envié un mensaje para ver que tal estaba y me contestó casi de inmediato. Hablamos un rato de ello, de mi y de si sabía algo de algunas personas que conocemos en común. Está tarde, cuando corría, no se porqué -tendríais que ver la de cosas que se me pueden pasar por la cabeza haciendo eso- , me acordé de la conversación y, no exactamente por nada que dijese ninguno de los dos, sino por las cosas de las que estábamos hablando, empecé a tratar de hacer memoria sobre cuando me dí cuenta de que las cosas parecen tanto más perfectas cuando menos las conocemos. Y de cuando me dí cuenta de que pensar o decir eso, suponía realmente acariciar sin mancharse la verdadera realidad: cada uno nos hacemos una idea acerca de las cosas, y cuando esta cambia, probablemente lo haga porque empezamos a verlas como han sido todo el tiempo. Ni más, ni menos. No hay otro principio ni fin distinto para este asunto que tenga que ver con nadie que no sea nosotros mismos. No te pido que me creas, pero por lo menos, antes de quitarme la razón, trata de mirar fijamente la realidad. Seguro que verás los píxeles. Algo es algo.