El secreto de la felicidad

Hoy he oído a alguien utilizar una frase de José Ortega y Gasset. Si, esa en la que estáis pensando: «Yo soy yo y mi circunstancia» -en realidad, como muchos sabéis, tiene una segunda parte, pero es esta primera la más frecuentemente citada-. No era una conversación en la que estuviese interviniendo directamente, así que me limitaba a escuchar. En este caso, quien la utilizó, lo hacía en un contexto en el que explicaba algo que le estaba ocurriendo. Y de verdad, nada que objetar, el uso era absolutamente razonable. En otras ocasiones, la he oído emplear con esa misma finalidad pero referida a un tercero. Y más de lo mismo. En general en usos tan absolutamente razonables como el de hoy. Pero esta tarde, mientras que seguía mi rutina de calisténicos -no seáis, buscadlo en google si no conocéis ese tipo de ejercicios, que sino no acabamos nunca-, pensaba en que, si creemos en el poder de las palabras, utilizamos está frase con destinos muy por debajo de su verdadero potencial. Porque en realidad enuncia la fórmula de la felicidad. Es fácil verlo: pensad en el «Yo soy yo» pero en términos de ese que deseáis ser. Y en «y mi circunstancia» como el lugar donde realmente os encontráis. Pues bien, voila: la felicidad aparece en los momentos en que ambas cosas se tocan. Ojo: he dicho «momentos». Eso es importante. Entender que no siempre ocurre describe correctamente su funcionamiento.

Ya sabéis: no ocurre nada si no eres feliz todo el tiempo y, si no lo eres en ningún momento, cambia simplemente las circunstancias. Ah! un último aviso para el que lo necesite: si cambiando las circunstancias continua siendo infeliz, que revise la idea que tenga del «Yo». Me da que ahí se encuentra el problema.

Ains. Entradas como esta debería cobrarlas, la verdad.

Y cada miércoles…

… veréis aquí algo de lo que haya publicado en otro blog. El de mi empresa. Allí no tienen sentido todos los contenidos que aparecen aquí y viceversa. Allí me expreso en términos más correctos desde el punto de vista corporativo y, aquí, pues va a ser que no, como habréis podido comprobar. Además tampoco quiero imponerme un ritmo de publicación más allá de uno con el que me sienta cómodo, y escribir para dos sitios distintos, aunque sea una sola vez a la semana, se aleja bastante de esa zona de comodidad. Lo que si podría aseguraros es que será raro que aquí no proporcione un bonus track respecto al contenido original.

Pues bien, hoy, allí, he escrito una entrada que se titula «Convertirnos en una compañía que la sociedad quiere que exista». Es la primera de ese blog y reproduce la visión que regirá Honda Motor Company hasta el año 2020. Quizás no estéis todos familiarizados con los conceptos de Misión, Visión y Valores -queda pendiente para otro día- pero os diré que en muchos casos no dejan de ser una fórmula de publicidad aspiracional. Y lo lamento si alguien se siente defraudado si hablo así de cosas de este tipo, pero es como son después en la realidad. Sin embargo, en está ocasión, esta visión es una que atrapa la dualidad de la que ninguno podemos escapar. No tengo ni idea de en que trabajas, has trabajado o vas a trabajar. Pero te aseguro, que eso que llamas trabajo, no puede perdurar si no es algo que la sociedad desea que exista.

Back to the roots. Quinta y última parte.

Port Olimpic, Barcelona, Spain © Mihai-Bogdan Lazar - Fotolia.com
© Mihai-Bogdan Lazar – Fotolia.com

Enlace al cuarto episodio de «Back to the roots»

Es una noche de invierno y estás conduciendo tu deportivo por una carretera solitaria bajo una lluvia torrencial. Llegas a un cruce en el que hay una señal de stop y, al detenerte, puedes ver a tres personas tiritando que esperan un autobús refugiados en una marquesina a la que le falta el techo:

  1. Una anciana que parece a punto de morir.
  2. Un viejo amigo que te salvó la vida una vez.
  3. La persona, hombre o mujer según corresponda, de tus sueños.

Decides ayudar ¿a cuál llevarías, teniendo en cuenta que sólo tienes sitio para uno de ellos en el coche?

Comencé esta saga contándoos que había encontrado un documento con notas que de alguna manera representaba el final de un viaje y un regreso a los inicios. Esas notas recogían un argumentario relativo a un cambio de metodología para solucionar un problema que existía en lo de las piedras de colores. Lo que no os conté, es que al lado, estaban otras que había escrito diez años atrás durante la etapa de Barcelona cuando me enfrenté por primera vez con ese tipo de problema. Estaban ahí porque las había encontrado por casualidad justo cuando terminé de escribir las segundas. En esencia, argumentaban lo mismo. Así que de alguna manera, diez años después, con ese documento, regresaba a los inicios.

Ahora, dime si tu respuesta ha sido esta:

“Le daría las llaves del coche a mi amigo y le pediría que llevara a la anciana al hospital mientras yo me quedo esperando el autobús con la mujer de mis sueños”.

Hace diez años no fue la que tomé. Si no le has dado las llaves a tu amigo, te has inventado algún tipo de premisa al igual que hice yo. No existe ninguna en el supuesto. Vuelve a leerlo sino.

Las nuevas notas, supusieron un paso atrás, pero también la oportunidad de tomar otra decisión. Es uno de esos momentos en los que tienes lo que los ingleses denominan un insight, una revelación. No las utilice y supuso lo más parecido a estar parado de nuevo en ese cruce, ver a las personas y, de repente, entender el patrón.  Y entonces, bajarse del coche, darle las llaves al amigo y quedarse con la chica. Eso reescribe todo lo que viene a continuación.

Identifica esa premisa. Es tu falsa restricción.

Back to the roots. Cuarta parte.

Port Olimpic, Barcelona, Spain © Mihai-Bogdan Lazar - Fotolia.com
© Mihai-Bogdan Lazar – Fotolia.com

Enlace al tercer episodio de «Back to the roots»

En aquel Departamento de Calidad tuve mi primera toma de contacto, al margen del mundo académico, con el sistema de gestión de la calidad ISO y el Modelo EFQM. Tengo tan buen recuerdo de entonces y de las personas con las que trabajé, como conciencia actual de lo inútil de este tipo de trabajo.

En las empresas, existen áreas que aparecen y desaparecen y se dotan de mayor o menor estructura, presupuesto, etc. en función de si se desea favorecer a una persona o lo contrario. Tienen una importancia real para la organización: cero. Cuando estamos frente a este supuesto, la designación de la persona a dirigir la función, la estructura de que se le dota -a la persona, no a la actividad-, el presupuesto, etc. son, independientemente de virtudes o carencias, meras anécdotas de la actividad de la que hablemos. Ese era el caso en Barcelona, y es, matices a parte, uno de tantos casos.

No debe haber sistema, modelo, etc. que no mencione el compromiso de la dirección como primer requisito necesario para su éxito. Lo perverso suele ser lo que hacemos en algún momento de la profesión con ese requisito o como lo interpretamos quienes hemos tenido alguna responsabilidad al respecto. En nuestro descargo, ambas cosas quizás sean una mera autoprotección frente a la esquizofrenia, esa que podría provocar trabajar de manera profesional en algo sin ningún sentido sabiendo todo el tiempo que vivirá sucesivos fracasos. Esto, que puede sonar fatalista, en realidad no lo es. Salvando las distancias, la situación es parecida a la que enfrentan los profesionales de la medicina: ¿cómo podrían trabajar caso tras caso si solo pensasen en la muerte inevitable y continua de todos los pacientes? Creo que todos estaremos de acuerdo en que ser conscientes de ello y seguir trabajando es un signo de experiencia y conocimiento profundo de su profesión ¿no? Pues lo mismo podría decirse de nosotros. Lo único que falla en el asunto, es que establecer este o cualquier otro paralelismo, forma parte de la perversión que mencioné. Porque nosotros no somos médicos.

Familiarmente, el recorrido a lo largo del tiempo con sistemas o modelos se simboliza mediante el dibujo de un camino. Andarlo produce efectos en algunos, la mayoría del tiempo sin que ello los suponga en los demás. En mi caso no ha sido distinto. Lo que hoy son para mi no se parece en nada a lo que fueron diez años atrás. Antes hablaba de ellos. Ahora es raro que los mencione. Y si lo hago, no es en el mismo contexto ni para las mismas cosas. De hecho, me molesta oír hablar de ellos. Cuando se entienden no es necesario. Creo que están ahí para ayudar a todos y para ser superados en un momento dado. No saberlo al principio y llegar a entenderlo después es parte de ese camino. He dejado de perseguir victorias pírricas, los logros parciales. No me «mueven» promesas, posibles avances, reconocimientos o puntuaciones. Lo he entendido todo.

Back to the roots. Tercera parte.

Port Olimpic, Barcelona, Spain © Mihai-Bogdan Lazar - Fotolia.com
© Mihai-Bogdan Lazar – Fotolia.com

Enlace al segundo episodio de «Back to the roots»

De la noche a la mañana pasé a convertirme en alguien por el que todos estaban dispuestos a luchar. Con navajas si era preciso. El Departamento de Calidad era el único que tenía dinero para poder pagarme, pero como estaba adscrito a un Área, mi tutor se agarraba a eso para conservarme como recurso también. A mí me contaron la conversación que tuvo con mi futuro Director tal que así:

XX.- «… que digo yo, que si eres el único que tiene dinero para poder pagar a Eduardo los demás no tenemos la culpa y que quiero que trabaje también para mí. Que para eso lo he traído yo.»
XY.- «Si por mis cojones.»

El resto a partir de ahí parece ser que lo conoce cualquiera que estuviese en un radio de veinte kilómetros a la redonda, que básicamente es hasta donde me dijeron que pudieron oírse las amenazas con matarse en agosto que iban vertiendo el uno hacía el otro. Lo que si se perdieron los que no estaban allí, por lo visto, fue la demostración in situ -patadas y puñetazos al aire incluidos- de un supuesto dominio de artes marciales por parte de uno de ellos cuando gritaba «QUE TU NO ME CONOCES Y ESTOY MUY LOCO!!!» y que era contestada por el otro rasgándose la camisa con una mano mientras que sujetaba un abrecartas en la otra gritando a su vez no sé qué de unos familiares gitanos ¿reconfortante para el ego? Quizás en ese momento. Pero como un día entenderéis cuando escriba «La vida es de ida y vuelta», con consecuencias en el futuro. Total, que visto el jaleo parece ser que intervino el propio Jefe del Área. Los llamó a su despacho y les dijo que si yo iba a ser un motivo de conflicto no se me contrataba y punto, a lo que mi tutor respondió, lacónicamente, que yo no tenía la culpa y que eso no iba a ocurrir. Probablemente ese fue el instante en que mi futuro Director perdió todo su interés en mi. Bueno no, rectifico, decidió que seguiría adelante pero evitando a toda costa que me moviera de mi sitio. Viva y bravo. Tenía el contrato!!! Y cero posibilidades de desarrollo profesional!!! -ejem, esta es una de las cosas no entendidas en su momento y que van implícitas en el título del blog-.