Vivir permanentemente en la frontera de lo que supone puedes hacer

Steve Jobs
Steve Jobs

Dado que estoy muy pagado de mí mismo no acostumbro a citar. Y por si tenéis dudas no penséis que es porque así creo que podré vencer la batalla por establecer mi singularidad como persona. Soy plenamente consciente del obstáculo para lograrlo: esos otros tantos que me han precedido para dejar claro que lo que diga o escriba no va a ser precisamente muy original… dado que a ellos también se les ocurrió en su momento. Lo más que podré reivindicar sería un: “Pues que sepáis que no lo sabía. A mí se me acaba de ocurrir ahora.”. Pero hoy haré una excepción para parafrasear a Steve Jobs –pobre, no lo dejamos descansar- a cuento de algo que me ha ocurrido durante estos días.

“Creemos que el Mac va a vender millones y millones.
Lo hemos construido para nosotros mismos.
Éramos el grupo de personas que iba a juzgar si era genial o no.
Queríamos construir el mejor posible.”

Veréis: estos días no he conseguido encontrar tiempo para escribir aquí aunque me apetecía muchísimo. Pero es que tenía algo que hacer. Estaba enfrascado en «algo» que mejora con mucho «algo» que «ya» tenía y que era muy bueno «ya». Y supone dedicar una parte muy importante de mi tiempo, entre otras cosas. Pero el caso es que en la práctica, ese «algo», permite hacer «algo» que nunca se dará en un escenario real. Un caso que veo reflejado de manera bastante fiel en la frase que pronunció Steve Jobs. No se trata de desarrollar algo para que la experiencia del cliente sea excepcional. Se trata de si lo que hago demuestra aquello de lo que soy capaz y de que voy a hacer a continuación para mejorarlo aún más.

“Cuando comienzas a intentar resolver un problema, las primeras soluciones que se te vienen a la cabeza son muy complejas y por eso la mayor parte de la gente se queda parada cuando llega a este punto. Pero si sigues, vives con el problema y pelas más capas de la cebolla, llegas a menudo a soluciones muy elegantes y muy simples.”

La segunda que refleja también algo que disfruto experimentando cada vez. Os sonará raro, pero en conjunto y en detalle, cada paso que doy supone saber que la solución a la que he llegado es más elegante y simple que la anterior. Y eso se transmite. Que se lo digan a Steve.

“Cuando eres un carpintero haciendo un mueble hermoso, no vas a usar un pedazo de mala madera para la parte trasera, pese a que esté pegada a la pared y nadie la vea. Tú sabes que está ahí. Para dormir bien por la noche, la estética, la calidad, tienen que ser llevadas hasta el final.”

Os dejo un enlace donde encontrareis esas y otras citas pronunciadas por él.

Wikiquote, la colección libre de citas y frases célebres

Encuentra tu tribu

Water station #1

El título de la entrada de hoy parafrasea algo que leí en el libro “El Elemento” de Ken Robinson. Es relativamente sencillo identificar cuando uno se expresa en su “elemento” porque alcanza un estado donde desaparece la noción del tiempo y fluye experimentando una sensación de armonía y plenitud. Un momento donde no existe pasado ni futuro, tan solo una conexión completa con el presente. Quizás hayáis oído a otros autores hablar de lo mismo nombrándolo de otra manera: la zona, en términos deportivos, o el éxtasis, si hablamos en términos religiosos. Si ves a un niño absorto en algo y parece que se haya olvidado del mundo que tiene alrededor, probablemente se encuentra en un estado así.

Pues bien, en el libro el autor proporciona una serie de pautas que se deben seguir para encontrarlo. Entre ellas, figura encontrar asimismo la tribu a la que pertenecemos y donde eso que nos hace sentir así resulta posible. Este precepto no es opcional. Es decir, si no la encuentras te sorprenderás hablando sobre lo que te gusta hacer punto de cruz o correr maratones. Porque esas resultaran ser las actividades al margen de tu trabajo profesional que te permiten sentirte de esa manera. Implícitamente supone establecer que en ese trabajo no te resulta posible encontrarte con tu elemento. Ergo no eres feliz en él. Si el problema está en la tribu, me sabe mal ser el portador de las malas noticias pero tengo que decirte que eso no cambiará en el futuro. Puedes creer que se trata de una lucha que podrás ganar pero te pediría que hicieses un repaso de lo que hayas conseguido hasta el momento porque probablemente sea nada.

Cuando te encuentras con personas con las que puedes expresarte hasta encontrarte con tu elemento, lo alcanzas. No hay pérdida. Si el punto de cruz lo haces con otras personas, te servirá de ejemplo de aquello a lo que me refiero. Lo mismo para el caso de que corras maratones o estés apuntado a Pilates. Hablamos de lo mismo. Si por el contrario te sientes como si trataras permanentemente de ir contracorriente, no estas con la gente que pertenece a tu misma tribu. Tampoco tiene perdida.

Si conduces por la izquierda y en tu empresa lo hacen por el lado contrario, terminaras chocando. En ella han acordado conducir por la derecha y o te atienes a ello o a las consecuencias. Vives la realidad que has escogido compartir. Pero te aseguro que en este planeta viven otros como tú. Solo tienes que entender que basta con ir a buscarlos. Piensa que será renunciar a ese ambiente que te empequeñece lo que te permitirá hacerte grande.

La vida transcurre un piso más abajo

Words, words, words

Quizás algunos ya habréis estado pensando que el blog pierde fuerza después del ritmo de publicación inicial. No os lo reprocho si es así, porque tenéis razón… aunque por otra parte os equivocáis. Tenéis razón porque es algo que está ocurriendo y es inherente a las cosas que no suponen una parte fundamental de mi vida -está por ver que este blog vaya a serlo-. Pero también estáis equivocados si únicamente lo atribuís a eso porque está operando otra circunstancia para ese cambio en el ritmo. Me ocurre algo sorprendente cuando escribo con cierta profundidad sobre algo: lo amortizo y deja de interesarme volver a hablar sobre ello. Aunque sea para hablar del asunto de manera distinta. Sin importar como sea eso de evidente. Y me creáis o no, me intranquiliza ese efecto porque tiene implicaciones. Si resulta ser cierto, bastaría que escribiese sobre ti de esa manera para que dejases de interesarme. Y eso, si asumimos que la realidad que percibimos existe en la medida que está presente para nosotros, supondría que, automáticamente, dejarías de existir. Morirías. Inquietante ¿no? Como mucho podría salvarte que la teoría tenga una segunda parte pero que debo confirmar: en algunos casos tras la desaparición del interés, el asunto ha resucitado. Pero no para ocuparme de él como lo hacía antes. Si fuese así y te va a tocar a ti no me pondría contento antes de tiempo. Porque no significará lo que tu llamarías algo bueno.

Reconozco que todo esto me hace sentirme tentado a utilizar el descubrimiento sin reparos. Sobre todo por algo de lo que me di cuenta antes de ayer por la tarde. Veréis, otra de las razones porque las que la semana pasada he escrito poco es por una reunión que tenía lejos y para la que tenía que preparar algunas cosas. Me apetecía volver con tiempo al sitio porque viví allí hace unos años así que me fui el sábado. El domingo comí en un sitio alejado del hotel y volví caminando. Una hora y veinte más o menos a ritmo tranquilo. Durante el trayecto hubo un buen rato en el que apenas me cruce con nadie porque por grande que sea no deja de ser como cualquier otra ciudad a esas horas el último día del fin de semana. Y piensas. Y me di cuenta de que estaba pensando que me sentía de forma parecida a cuando vivía allí y llegaba el domingo por la tarde. Y entendí la razón y resolví el asunto. Lo que también entendí, es que había podido hacerlo porque al escribir sobre algunas cosas las había matado y ya no me salía pensar en ellas durante el paseo.

Y ahora, si tenías una piedra en la mano que pensabas lanzarme por no haber escrito la semana pasada, guárdala y da gracias de que no lo haya hecho. Podría haber escrito sobre ti.

photo by: atwosesa

Una cuestión de tiempo

Esta tarde la he empleado en ver un par de películas. Ya que no estaba muy buen día y que he aprendido que cuando tengo algo por delante que aún no sé exactamente cómo hacer me merece la pena darme tiempo para pensar en ello haciendo cualquier otra cosa, el plan de manta era de lo más apetecible para después de comer. No he escogido los títulos deliberadamente, ha sido pura cuestión de azar. La primera ha sido “Don Jon” y me ha parecido que está bien. Pero es la segunda la que me ha gustado bastante más. Y además le he llegado a ver de milagro. Primero porque estuve a punto de darla por imposible cuando al comenzar a reproducirla el programa que utilizo se cerraba inmediatamente. Pero mira tú, lo he intentado una vez más antes de borrarla con otro distinto y con ese si ha funcionado. Segundo, porque apenas un rato después de comenzar ha aparecido Pelayo y, sin decir nada, ha apoyado su cabecita contra mí con una cara de pena que era para matar a quien fuese el culpable de haberle puesto así… hasta que le he preguntado y me ha soltado un “… es que güelita y Marina no me dejan en paz”. Que conste que con Marina he dudado. Lo de mi madre sin embargo me parecía pasarse. Así que lo he cogido en brazos, él ha echado una mano a la etiqueta del jersey y, recostado con el chupo a velocidad de crucero, se ha quedado dormido en un plis plas. Yo, por mi parte, he aguantado hasta que mis brazos hacían lo mismo. Si alguien está poniendo la misma cara que si hubiese visto un gatito al leer esto, que conste que es porque estoy con rutinas para ponerme rocoso y tenerlo cogido así es mejor que hacer un millón de dominadas –a quien querré engañar-.

La película se titula “Cuestión de tiempo”. Una comedia dramática romántica -¿existirá el género?- con un argumento a simple vista que no sugiere que vaya a ser nada del otro mundo pero que sin embargo después está resuelto contando una historia de manera muy original: los hombres de una familia tienen la capacidad para viajar a atrás en el tiempo. Desde que lo sabe en adelante el protagonista lo utiliza unas cuantas veces para resolver cosas que habían salido mal. Y como no, también para conquistar a la chica de sus sueños. Hasta que un día su hermana tiene un accidente y al regresar atrás -muchos años atrás- para evitarlo descubre que la niña que había tenido con su mujer se había convertido en un niño. Al preguntarle a su padre este le explica que para evitarlo solo puede retroceder como mucho hasta un momento posterior al nacimiento de ella. Vuelve a dejarlo todo como estaba, incluyendo el accidente, y poco después recibe la noticia de que su padre tiene cáncer. En un sentido no supone perder tanto porque siempre puede volver atrás para poder verlo. Hasta que su mujer le dice que le gustaría tener otro niño y tiene que enfrentarse al dilema sabiendo que si lo hace tendrá que despedirse para siempre de él.

Viajar en el tiempo es una fantasía bastante habitual. Pero al terminar la película solo se me ha venido a la cabeza poder hacerlo para regresar a hoy antes de las once y seis minutos en el que envié un mensaje de whatsapp. Me quedó bastante soso. De no haberlo pensado estoy seguro de que me habría quedado bastante mejor.